Ciencia encriptada: «Una pesca pelágica accidental que dejó a la comunidad científica con la boca abierta»

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«Una pesca pelágica accidental que dejó a la comunidad científica con la boca abierta»


Después de una dura jornada de trabajo, con el comienzo de la tarde las labores de prospección estaban llegando a su fin. Las temperaturas propias del mes de noviembre hacían acto de presencia en el clima oceánico de la región, y el día no había sido especialmente caluroso. El buque de la armada en la que se llevaba a cabo aquella campaña se hallaba en medio del Pacífico, a casi 50 km de la tierra firme más cercana. Debido a la gran profundidad a la que se situaba el fondo -unos 4600 metros- la maniobra de anclaje tradicional se hacía inviable. Para mantener la posición, la tripulación había sumergido a poco menos de 200 metros dos paracaídas submarinos que ofrecían una gran resistencia al movimiento de las masas de agua y, por tanto, ejercían de ancla.


Una vez llegada la hora de vuelta, la tripulación emprendió los preparativos de recogida de material. El último paso, antes de comenzar a navegar, consistía en la leva de los artefactos desplegados a modo de anclaje. Pero desconocían que ese trabajo les llevaría más tiempo del esperado, pues al poco tiempo de abordar las labores de subida, los operarios observaron que uno de los paracaídas no ascendía con normalidad. Tras un largo rato de incertidumbre, la grúa encargada de devolverlo a cubierta se detenía y tras un breve descanso, volvía a funcionar con grandes dificultades. Allí abajo había algo que estaba ejerciendo una resistencia poderosa; algo de grandes dimensiones y peso considerable. Era cierto que, fuera lo que fuera aquello, no realizaba movimientos bruscos, ni rápidos, ni enérgicos, …pero algo se movía bajo los cabos. Lentamente, como si no tuviera prisa por liberarse, ignorante quizá de que allí terminaba su vida, la criatura desconocida se resistía a ascender a superficie, y su extraña forma y enorme volumen empezaban a vislumbrarse a través de las aguas.


Tras una larga tarea de acopio de cabos, las personas encargadas de la faena lograron subir a bordo el artilugio completamente, y en la cubierta del buque apareció ante sus ojos aquel animal de aspecto desconcertante. El pez medía casi cinco metros de largo, y su coloración grisácea, bastante oscura, cubría todo su cuerpo incluyendo su cabeza, muy voluminosa y redondeada. Estaban sin duda ante algo desconocido y, a sabiendas de la importancia de su hallazgo, ataron al enorme pez a un lateral de la cubierta y se dispusieron a regresar a puerto cuanto antes, en busca de algún especialista que pudiera arrojar algo de luz en la clasificación del ejemplar.


Durante todo el trayecto de vuelta no dejaban de darle vueltas a aquel asunto. ¿Cómo era posible que, en aquella época de avances tecnológicos que caracterizaron el último cuarto del siglo XX, en la que numerosas embarcaciones surcaban los océanos a diario y las grandes masas de agua eran prospectadas continuamente con diversos aparatos ópticos y acústicos, pudiera existir en los mares un animal de esa envergadura todavía totalmente desconocido para el ser humano? Tampoco sabían que, muy pronto, se resolvería la identidad de la captura.

  • ¿A qué extraño animal se refiere esta historia?
  • ¿Por qué fue tan importante su hallazgo?
  • ¿Dónde habita y cómo se distribuye?
  • ¿Cuántos ejemplares de esta especie se conocen?


Autor: Alejandro de Vera Hernández
Conservador de Biología Marina del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología

 
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