Registro de salida: «Gancho abotonador»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
 
 

«Gancho abotonador [23.2015.135]»


Se trata de un abrochador de botones con mango cilíndrico de madera que termina en forma cónica a la que se une una pieza metálica rematada en punta curvada a modo de garfio para asir o agarrar los botones. Una vez que la parte curva se aferraba el botón, con un ligero movimiento circular se sacaba éste por el ojal.

En general, eran usados para abotonar guantes, botas y algunas piezas de indumentaria que poseyeran botones, como las camisas o los corsés. Si bien la parte del gancho estaba fabricada en metal, los mangos se elaboraban en otros materiales diversos y mucho más exquisitos como plata, madreperla, hueso, ágata… ricamente decorados con motivos vegetales y figuras de animales. Había también otros ganchos eminentemente prácticos, sin ningún tipo de adorno, pero que publicitaban establecimientos como grandes almacenes y zapaterías, a través de los cuales se daban a conocer.

Éste en concreto, datado en torno a 1900, procede de una donación que llega al Museo desde la Villa de Arico. Las mujeres de la familia lo utilizaron para abrochar las botas, conocidas como polacas, generalmente de color negro, que zapateros de las islas manufacturaban o eran adquiridas por catálogo de venta de grandes almacenes de la península.

Con el transcurso del tiempo algunos de ellos se han convertido en apreciables objetos de coleccionista, tanto por su belleza como por el uso tan especial relacionado con la indumentaria de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX.


En la búsqueda de información para catalogar el objeto, nos tropezamos con una información que aleja al objeto del uso inicial para el que fue fabricado. En el Museo Nacional de la Inmigración de Estados Unidos, ubicado en la isla de Ellis, aparecen fotografías en las que queda constancia de su utilización en la inspección de los ojos de los inmigrantes que querían entrar al país. El personal médico llegó a auscultarlos con este instrumento a la búsqueda de señales de una enfermedad infecciosa producida por una bacteria, como era el tracoma. Dicha enfermedad, de fácil transmisión y altamente contagiosa, producía la ceguera de quien la padeciera. Sin duda un singular e insospechado giro que le confiere mayores perspectivas de utilidad a algo de tan pequeño tamaño.